Innovar en el seno de cualquier organización, y más aún en el entorno de la pyme, depende de la solidez de su cultura corporativa y no tanto de la tecnología con la que se cuente. Según explican los expertos de Datisa, en realidad implementar una tecnología u otra es relativamente sencillo y en los tiempos que corren asequible. Aprender a utilizar y a explotar el potencial de esas soluciones tecnológicas también es factible y entra dentro de lo “normal”. Sin embargo, es en el desarrollo de los principios corporativos, los valores y el compromiso, donde debe reflejarse la apuesta de la compañía por la innovación.
Innovar debe estar en el ADN de las empresas y si por antigüedad, por apalancamiento o simplemente por no haber tenido la actitud visionaria en un momento concreto sobre la importancia de la innovación, no se ha introducido en el conjunto de “normas” corporativas que rigen el funcionamiento de la organización, no se debe dejar pasar ni un minuto más. Aquellas empresas que no apuesten por la innovación -en el más amplio sentido del término- están condenadas al fracaso, sentencian desde Datisa.
La forma en la que se hacen las cosas, los procesos, la operativa, las funciones, no tiene tanto que ver con las tecnologías que se utilicen para llevar a cabo las tareas. Ni con los diferentes modelos de gestión aprendidos. Al menos, no en un principio.
Es evidente que la tecnología bien dimensionada y aplicada optimiza el funcionamiento de una pyme y mejora su eficiencia. Pero para implementar una tecnología u otra o para buscar modelos de gestión orientados a la mejora, lo primero que debe existir en la organización es el convencimiento de que la búsqueda permanente de nuevas vías de desarrollo, de aprendizaje, de gestión, de comercialización…, es el camino correcto. Es decir, que las empresas deben poner en valor la innovación -búsqueda permanente de la mejora continua- a la hora de establecer cuáles serán los principios sobre los que construirán su cultura.
Una empresa anclada en culturas corporativas que no reconocen la trascendencia de la innovación y más aún, la necesidad de orientar todos sus esfuerzos a garantizar la satisfacción del cliente encontrará grandes dificultades para responder a las fluctuaciones continuas de un mercado cambiante como el actual. Mucho menos estará preparada para impulsar el cambio, por mucho que invierta en recursos económicos, tecnológicos, personales o materiales para implementar nuevas técnicas, operativas o procesos.
Isabel Pomar, CEO de Datisa, asegura que “en el entorno de las pequeñas y medianas empresas estamos viendo un cambio de mentalidad que nos ha sorprendido para bien. Estas organizaciones han aceptado las nuevas reglas del juego, quizá con más facilidad que las grandes organizaciones y han empezado a incluir en sus culturas corporativas un compromiso claro con la innovación y el cliente. También con los empleados”.
Las empresas de nuevo cuño tienen la lección aprendida y en el 90% de los casos trabajan conforme a unos principios corporativos basados en la innovación, la colaboración y la formación permanente. Por su parte, las pymes con más años en el mercado han tenido que aprender -algunas a la fuerza- a implementar iniciativas innovadoras en todos los entornos de su negocio para seguir siendo competitivas.
“En términos generales, en el ecosistema de las pymes con el que nosotros trabajamos, es cada vez más frecuente la implementación de iniciativas que tienen que ver con la innovación. Por ejemplo, implantar un ERP ha pasado de ser un proyecto tecnológico a ser un proyecto de innovación, enmarcado en una iniciativa de mayor alcance, que busca mejorar la eficiencia de los procesos, optimizar la gestión comercial, financiera, productiva…, y en última instancia impactar sobre la cuenta de resultados”, dice Isabel Pomar.
Esa es la nueva cultura corporativa que empiezan a definir las pequeñas y medianas empresas, en la que se entiende la innovación como el origen de todo lo que vendrá después.